miércoles, 26 de marzo de 2008

Penitentes

Según la primera acepción de la RAE: "Dolor y arrepentimiento que se tiene de una mala acción, o sentimiento de haber ejecutado algo que no se quisiera haber hecho". Si observamos su cuarta acepción: "Serie de ejercicios penosos con que alguien procura la mortificación de sus pasiones y sentidos". Ayer fue Viernes Santo. En Córdoba, Sevilla, Bujalance y cualquier otro rincón. En este día se conmemora la muerte de Cristo en la cruz. La peor de las condenas a la que se puede someter a un ser humano. Devotos y creyentes salen a la calle para purgar sus penas. Descalzos. Cadenas en la cintura. Grilletes en los tobillos. Bajo el anonimato del cubrerrostro. Un espectáculo ¿Necesario? Difícil respuesta. El dolor y arrepentimiento debiera llevarnos a no volver a cometer el hecho: la cosa que produce dicho dolor. Existe mucho de folclore en esta manifestación religiosa. El pasado Lunes Santo observé a unos capillitas mofarse de un joven muchacho que portaba una escalera y otros útiles necesarios para que el paso de su hermandad pudiera sortear los obstáculos que encontraba. Los mismos que se ciñen a la cintura cadenas para purgar sus pecados. Cristianos ejemplares. Cristianos de dos semanas. El resto del año lo pasan pecando para purgar los mismos durante esta semana. Confundimos pasión y devoción con obsesión y sufrimiento gratuito. Frivolizamos con ello. Desde aquí mi recuerdo y aplauso a los aguadores. A los que encarnan la figura del maño. Al joven de la hermandad del Lunes Santo que, humildemente, portaba unas escaleras de aluminio y un mástil para que el paso de su hermandad hiciese una normal estación de penitencia: profunda, humilde, sencilla y humana. El trabajo que no se aplaude. Su estación de penitencia: un ejemplo para los demás. Creyentes y no creyentes. Apúntenlo. En Córdoba, Sevilla, Bujalance y cualquier otro rincón.

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